sábado, 11 de noviembre de 2017

Buzios con sol en Libra, una semana de festejos.








Como todos los años la encantadora casa de Ferradura, que balconea sobre la bahía, se prepara para el gran festejo de primavera: el cumpleaños del dueño de casa. 


Las invitaciones corren en paralelo a la captura de langostas que,
por tratarse del tradicional plato cumpleañero, invariablemente cotizan en alza. Aunque en esta ocasión las astutas langostas previeron la proximidad del ágape y buscaron refugio seguro, de modo que ni la suma de los pescadores, fue capaz de conseguir la provisión requerida. 



Sin embargo no hubo traspié capaz de deslucir el convite, porque pescaron un número respetable de langostinos BG (el equivalente a la Ferrari de los mencionados crustáceos), que se sirvieron acompañados de una delicada salsa de romero y otra más atrevida de curry y, para deleite de los invitados, se maridaron con el infaltable champagne francés.


El día de la fiesta, quienes tenemos el privilegio de conformar el elenco estable de la casa, abandonamos la playa temprano para producirnos y actuar como anfitriones ad hoc entre los invitados locales. Son reencuentros divertidos en los que solemos retomar conversaciones que saltean sin mesura los doce meses transcurridos, un dislate producto del  efecto caipiroshka, o simplemente del ánimo festivo.


La terraza fue el lugar perfecto para el aperitivo, desde allí, la visión de la bahía bajo un sol que centelleaba sobre la orilla opuesta era deslumbrante. Un regalo de Ferradura para quien plantó sus reales cuando, la impronta rústica de su origen, estaba lejos de presentir el Buzios que hoy se codea con los balnearios más codiciados del mundo. 



La mesa del comedor, primorosamente tendida, esperaba con paciencia a  
los comensales que parecían prendados del  atardecer y de los brindis de bienvenida. Mientras en la cocina Tania se multiplicaba entre las ollas, secundada por Rita y Jo, para que los langostinos salieran emplatados como para una recepción principesca.
La presentación del segundo plato también tuvo su protagonismo, cuando los galetos crocantes con ensalada Waldorf, hicieron una entrada estelar recostados sobre las bandejas. 




Finalmente, siguiendo la tradición cumpleañera, el banquete culminó con una deliciosa mesa de postres, el soplado de las velas acompañado del Happy Birthday en varios idiomas, y un silencio expectante mientras el festejado nos conmovía con la poesía que escribió su madre en la dulce espera. 



Los versos se prolongaron en canciones musicalizadas por una orquesta local, hasta que el ambiente se fue caldeando, y el contagioso ritmo brasileño puso en movimiento a toda la concurrencia. El resultado fue un divertido conjunto de bailarines, algunos brillaban por su maestría, y otros por su entrañable buena voluntad. 


Después de esta magnífica celebración la casa recuperó el movimiento habitual: los desayunos prolongados para que nadie se prive de remolonear en la cama; las reposeras bien dispuestas en la playa para para recibir a los bañistas mañaneros; la mesa bajo las sombrillas a la espera del aperitivo, uno de los momentos del día con ocupación plena; los almuerzos tardíos, costumbre buziana a la que adhiero con vehemencia; y los programas en el Home Theatre, con una oferta de cine y series digna del festival de Cannes.



Sin embargo Libra viene recargado y pocos días después llegó mi cumpleaños, con un festejo más íntimo, pero no menos memorable.
El día de fiesta comenzó con deliciosas croissant en el desayuno y una jornada de sol que invitaba a zambullirse en el mar, un escenario ideal para disfrutar de uno de nuestros programas favoritos, el copetín en la playa. 




Casi un ritual que comienza con el descenso de las bandejas sobre las que tintinean las caipiroshkas y se hamacan los jugos de fruta, acompañados de una generosa provisión de bocados brasileños, a los que en esta ocasión se sumó un foie gras fresco, traído del viejo mundo, muy bien recibido por nuestros amigos.  

El almuerzo también tuvo un plato inesperado porque las langostas, que días atrás se habían puesto a buen resguardo, salieron desprevenidas y fueron víctimas de un experto en caza submarina. Fue un presente muy apreciado con el que inauguramos un banquete que continuó con una sabrosa paella, maridada con tempranillo español.







Una torta de maracuyá y mango estuvo a cargo del cierre del banquete y un entonado Happy Birthday, colmado de buenos deseos, repiqueteó como el Allegro de un cumpleaños feliz.  




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