Arribamos a
Bergen en ocasión de una boda familiar y, con ayuda de los novios, organizamos
un recorrido hasta Tromso donde esperábamos ver el sol de medianoche.
Nuestra
llegada coincidió con el inicio del verano boreal. La ciudad de Bergen fue
nuestro punto de partida y Tromso el destino más septentrional y, entre ambos, elegimos algunas ciudades de interés para programar las escalas.
Tomamos la precaución de hacer las reservas de hoteles y pasajes con cierta anticipación y todo fue sobre ruedas. Aunque teniendo en cuenta la geografía del lugar, también fue sobre rieles, sobre agua y sobre grandes nubarrones.
El programa de celebraciones familiares finalizó en Aheim, 320 Km al norte de Bergen, y desde allí partimos a Ålesund en transporte local. La idea de tener que combinar Buses y Ferry no era muy alentadora, sin embargo, el viaje resultó un agradable paseo entre pueblos encantadores y combinaciones, tan puntuales, que ni siquiera tuvimos oportunidad de equivocarnos.
Ålesund nos sorprendió por su arquitectura Art nouveau, estilo en auge a principios del siglo XX, epoca en la que se reconstruyó el centro urbano después del devastador incendio de 1904. El modernismo de este barrio contrasta con las edificaciones de madera de las islas cercanas, que aunque diferentes, le aportan un entorno muy colorido.
Es una ciudad muy atractiva y diferente hasta en la Å con sombrero de la inicial, que me dificultaba la búsqueda alfabética, y me llevó a pensar que las Å distinguidas son mas esquivas que las A ordinarias.
Un paseo en el Bus turístico nos permitió ampliar el recorrido hasta los barrios residenciales, transitar por un camino empinado, construido por los prisioneros rusos durante la ocupación alemana, admirar el verde veraniego de plazas y jardines, y visitar el mirador del monte Aksla, que ofrece una deslumbrante vista panorámica.
Finalizado el tour y acosados por una nueva amenaza de lluvia hicimos un almuerzo tardío en Lys Punktet Café, donde probé la deliciosa sopa de pescado, servida en un bowl XL y acompañada de panes artesanales. A partir de ese almuerzo, la fish soup secundó al salmón salvaje en el ranking de comidas favoritas.
Terminamos el día embarcados en el Hurtigruten, el expreso costero que parte del puerto de Bergen, y navega hasta las costas más septentrionales de Noruega, con el que se inauguro el servicio postal.
Nuestro destino era Trondheim y, con la ventaja que nos daban las 24 horas de luz, disfrutamos del paisaje con una vista de 360 grados, mientras tomábamos la primera
cerveza Mack.
Después de un sueño reparador, saltamos de la cama con el tiempo justo para una ducha, y desembarcamos con la ilusión de conocer una nueva ciudad costera.
Afortunadamente, con ayuda de TripAdvisor, encontramos el lugar ideal para desayunar: Rosemborg Bageri, una pastelería de 1902, donde los productos eran tan tentadores que nuestros ojos resultaron más grandes que la barriga.
Afortunadamente, con ayuda de TripAdvisor, encontramos el lugar ideal para desayunar: Rosemborg Bageri, una pastelería de 1902, donde los productos eran tan tentadores que nuestros ojos resultaron más grandes que la barriga.
Teníamos un día entero para conocer Trondheim y, livianos de equipaje, caminamos por una ciudad tranquila, con buenas vistas y gente muy amable con los turistas.
Visitamos la Catedral de Nidaros, la mas importante de Noruega, construida en el S XI sobre un santuario de la Edad Media y reconstruida posteriormente en estilo gótico. Fue un importante centro de peregrinación, y hasta principios del S. XX, el templo donde se coronaban los reyes noruegos. Los muros exteriores, adornados con hileras de santos esculpidos, y el magnífico rosetón, lucían en todo su esplendor bajo la obstinada luz del verano. Mientras en el interior, después de una interesante visita guiada, disfrutamos de un concierto de órgano que colmó de música toda la catedral.
Visitamos la Catedral de Nidaros, la mas importante de Noruega, construida en el S XI sobre un santuario de la Edad Media y reconstruida posteriormente en estilo gótico. Fue un importante centro de peregrinación, y hasta principios del S. XX, el templo donde se coronaban los reyes noruegos. Los muros exteriores, adornados con hileras de santos esculpidos, y el magnífico rosetón, lucían en todo su esplendor bajo la obstinada luz del verano. Mientras en el interior, después de una interesante visita guiada, disfrutamos de un concierto de órgano que colmó de música toda la catedral.
Completamos
nuestra gira cultural con las visitas al Museos de Artes Decorativas y al Museo de Bellas Artes. Una buena oportunidad para apreciar el arte noruego contemporáneo.
Con
tiempo suficiente para deambular por la ciudad, también recorrimos los barrios
residenciales, y las estrechas calles empedradas con pequeñas casas blancas, en las que
todo parecía transcurrir puertas adentro.
También cruzamos por el puente rojo, desde donde apreciamos la mejor vista de
los almacenes de madera alineados a orillas del rio Nidelva y, siguiendo una buena costumbre, elegimos cuidadosamente el restaurante para despedirnos de Trondheim.
El favorito fue Bakklandet Skydsstasjon, un restaurante de nombre impronunciable pero buena comida, que desde 1791 ofrece platos tradicionales en una vieja casa de madera, con las mesas distribuidas en pequeños ambientes. En este lugar la sopa era simplemente una entrada, y el plato fuerte un sabroso arenque fresco y las muy recomendadas tartas caseras.
Finalmente subimos
al tren nocturno con destino a Bodo. Teníamos por delante 700 km de paisajes imperdibles con la veraniega luz
de día, que nunca vimos, porque cuando el tren se puso en movimiento caímos en
la cama vencida por el sueño. Un descanso que me hizo perder el momento del cruce del círculo polar, que había imaginado un suceso para celebrar.
Después de una visita a vuelo de pájaro por Bodo, nos embarcamos nuevamente en el Urtigruten para cruzar a las islas Lofoten. Un viaje de 6 horas en las que zigzagueamos entre un paisaje muy atractivo y las emociones del partido de Argentina y Francia y, aunque el resultado fue adverso, el mal trago fue compensado por el triunfo de Uruguay frente a Portugal.
Desembarcamos en Svolvaer después de las 23 h , con una claridad que nos facilitó ubicar el hotel a lo lejos y, mientras nos encaminábamos en esa dirección,, vimos un mural que parecía responder a la búsqueda de una señal precisa sobre nuestra ubicación sobre el círculo polar ártico. Esa novedosa escultura, en medio de una ciudad desierta, fue la mejor bienvenida a Nordland.
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