Hospedados en una espléndida casa Buziana, que balconea sobre el mar desde lo alto de la Bahía de Ferradura, adoramos despertar con cielo despejado y la proa de los barcos de pescadores apuntando al mar abierto. Pero si acaso nos sorprende el repiqueteo de la lluvia en la ventana, siempre queda la esperanza de consultar al Weather Channel alternativo: Antonio, el heladero de los enormes rulos negros, amigo de la casa, y un empedernido optimista que siempre avizora días de sol.
En Buzios todo es posible, lluvia de noche,
nubarrones al amanecer y un sol que asoma tímidamente hasta convertirse en una
firme invitación a disfrutar de la playa, donde tenemos un espacio
propio con las reposeras siempre dispuestas a recibirnos.
La casa es encantadora desde su puerta de entrada,
en la que escenas con mitos y
leyendas pintadas por una artista buziana en ocasión de una boda familiar, dan
una bienvenida de
cuento de hadas. Su interior es
tan transparente como para fraternizar con el exuberante paisaje que la rodea,
y tan íntimo como para proteger la privacidad de sus ocupantes.
Allí no hay reglas establecidas, sin embargo, a las 5pm tenemos una cita a la que acudimos con galas veraniegas, el almuerzo, en el que con una cocina ecléctica los dueños de casa mantienen bien alto el prestigio alcanzado, con platos que enaltecen los productos locales: cavaquinhas que crujen entre nuestros dedos cuando buscamos la carne; tentadoras fuentes de camarao crocante; pez olho do cao dorado a la llama con salsa de alcaparras, la especialidad del dueño de casa; pez namorado en los ceviches; frangos do primo canto pequeños y crujientes; abóbora rellena de queso catupiri. Todos muy festejados por huéspedes que comparten la vocación gourmand con los anfitriones, y celebran su maridaje con buenos vinos y excelente champagne.
Allí no hay reglas establecidas, sin embargo, a las 5pm tenemos una cita a la que acudimos con galas veraniegas, el almuerzo, en el que con una cocina ecléctica los dueños de casa mantienen bien alto el prestigio alcanzado, con platos que enaltecen los productos locales: cavaquinhas que crujen entre nuestros dedos cuando buscamos la carne; tentadoras fuentes de camarao crocante; pez olho do cao dorado a la llama con salsa de alcaparras, la especialidad del dueño de casa; pez namorado en los ceviches; frangos do primo canto pequeños y crujientes; abóbora rellena de queso catupiri. Todos muy festejados por huéspedes que comparten la vocación gourmand con los anfitriones, y celebran su maridaje con buenos vinos y excelente champagne.
En Buzios vivimos
cada día como un festejo, que comienza con la más increíble vista de la bahía frente
a una apetitosa mesa de desayuno. Tan estimulante que inspira conversaciones dignas
de una charla TED. Es el momento erudito del día y el inicio de una movida que remata
en un continuado de cine y series sin horario de cierre.
El ritmo playero merece un capítulo aparte.
Tiene programas para todos los
gustos. Hacemos
placenteras caminatas por la bahía que, dada la popularidad de nuestros amigos,
suelen tener varias escalas: el rande-vous
a una vendedora de cocos que, por tradición
familiar, tiene notable destreza con el machete; una tentadora parada frente al Rei do Milho que con astucia marketinera ploteó en su carroza
las bondades nutricionales del choclo; otras pausas para compartir una brochette de queijo na brasa, tomar una cerveza o saborear un helado; curiosear los nuevos
modelos de camisas, anteojos y sombreros; y, mi escala favorita, la elección de bikinis en
la boutique ambulante de Lía, una simpática costurera que exhibe sus creaciones ensartadas en un palo
de madera.
El regreso tiene rumbos
variados. Algunos eligen caminar un buen trecho y nadar el tramo final para
esquivar el sendero de las rocas. Nosotros formamos parte del equipo que cruza
la bahía a nado, y llevamos un
llamativo torpedo naranja (like Baywatch) para estar más visibles durante el
trayecto.
El esfuerzo es bien recompensado con una caipiroshka en la línea de llegada, un equivalente vernáculo a la subida al podio de los campeones.
Por otro lado, la puesta a punto de la flota de mar forma parte de los desvelos del dueño de casa, indiscutido jefe de mantenimiento y aficionado a los deportes náuticos. El es quien capitanea el crucero en el recorrido por las playas locales y en ocasiones se aventura por el mar océano para llegar hasta Arraial do Cabo.
El esfuerzo es bien recompensado con una caipiroshka en la línea de llegada, un equivalente vernáculo a la subida al podio de los campeones.
Por otro lado, la puesta a punto de la flota de mar forma parte de los desvelos del dueño de casa, indiscutido jefe de mantenimiento y aficionado a los deportes náuticos. El es quien capitanea el crucero en el recorrido por las playas locales y en ocasiones se aventura por el mar océano para llegar hasta Arraial do Cabo.
Para quienes
miran las grandes olas con recelo, los gomones son las embarcaciones
disponibles para navegar por la ferradura,
hacer ski y divertirse en sinuosos recorridos con la boia, para que los chicos reboten sobre el oleaje.
La jornada playera culmina con un evento que suma varias estrellas al All Inclusive: el copetín. A esa hora no hay visión más esperada que las bandejas contorneándose por la escalera repletas de apetitosos bocados, bajando al ritmo del tintineo de vasos llenos de caipiroshkas y licuados tropicales.
La jornada playera culmina con un evento que suma varias estrellas al All Inclusive: el copetín. A esa hora no hay visión más esperada que las bandejas contorneándose por la escalera repletas de apetitosos bocados, bajando al ritmo del tintineo de vasos llenos de caipiroshkas y licuados tropicales.
Es el lugar ideal
para evocar el Buzios apacible de los primeros tiempos. Sin embargo, a muy poca
distancia, todo se diferencia del pueblecito donde frecuentábamos bares y
boutiques con pisos de arena. Cuando el pareo era la prenda habitual y las
Hawaianas solo se diferenciaban por el color.
La Rua das Pedras
se ha transformado en un paseo muy trendy en el que tengo algunos imperdibles:
Sobral, Richard’s, Farm, y muchos otros que desde la vidriera tienen el mismo
efecto que una nave nodriza.
En ocasiones regresamos cargados de compras. Otras veces hacemos visitas tardías con intención de comer una rica pizza de mozzarella de búfala en Capricciosa, un bife en Don Juan, tomar unos tragos en Havana o pasar por el tradicional Bar do Ze.
En ocasiones regresamos cargados de compras. Otras veces hacemos visitas tardías con intención de comer una rica pizza de mozzarella de búfala en Capricciosa, un bife en Don Juan, tomar unos tragos en Havana o pasar por el tradicional Bar do Ze.
El puerto de
pescadores es otro polo comercial y gastronómico encantador. Un lugar donde la
naturaleza, las luces y el colorido de los Resto, conforman un escenario digno
de visitar, que frecuentamos para deleitarnos con el excelente Beef tartare de
Dona Jo.
En Buzios el
tiempo no se pierde ni se detiene, se disfruta. Es sin duda el lugar ideal para
gozar de unas vacaciones inolvidables.
Excelente descripción Cuca!
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