CroniCuca 7: Como en una Montaña Rusa
La llegada a Pushkar fue el descenso mas violento de nuestro viaje, algo así como caer estrepitosamente de las torres Petronas. Mi primera impresión no fue buena, pero es una ciudad sagrada para el Hinduismo, y alberga el único templo de Brhama.
Sin embargo, después de un largo recorrido por una calle-mercado sin demasiado atractivo, descubrimos pequeños talleres de artistas, en los que encontramos pinturas y esculturas encantadoras que nos entretuvieron más de lo esperado.
Al llegar al Viejo Hotel Palace para ver la puesta del sol, el
lago sagrado se veía luminoso y tranquilo. Es un lugar ideal para la calma y la
meditación, al que arriban muchos peregrinos que, descalzos, bajan las
escaleras hasta el agua.
Mi baño sagrado consistió en meter
en el lago los dedos gordos de cada pie, algo más que atrevido debido a que
tuve que sortear la basura que arrima el agua a la orilla. Como es un lugar con
buena energía me anime a este simbólico baño de dedos, sabiendo que mi buena
intención no hubiese logrado la aprobación de un reconocido infectólogo.
Desde
alli seguimos hacia Jaipur, la ciudad que se vistió de rosa para recibir al
Príncipe de Gales y que coserva el color a lo largo de la muralla, en sus
cuatro puertas delicadamente decoradas y en la ciudad vieja; en esta última se
pueden ver lugares de increíble belleza como el Palacio de los Vientos, muy
Bolywoodense, en contraste con los poco atractivos negocios de un Bazar en el
que, no obstante, con un poco de tiempo, habría encontrado algo interesante
para comprar.
La
fachada palaciega permitía a las mujeres de la corte ver los festejos del
pueblo sin ser vistas y habría sido el refugio ideal para escapar del acoso de
los vendedores que, en su afán de hacer negocios, son tan conocedores de
lenguas y de geografía como un profesor de Oxford.
Cada Dios indio tiene su vehículo, y nosotros hemos tenido el privilegio de probar mas de uno. Subimos al Fuerte Amber en un elefante llamado Sondra, que tenia enormes orejas grises con lunares oscuros, y nos dedicó un simpático saludo con la trompa. Su dueño era un anciano de turbante rojo que todo lo hacia con absoluta calma, hasta el habitual pedido de propina antes de finalizar el viaje, al que respondimos a toda prisa para que nos permitiera bajar del paquidermo lo mas decorosamente posible. El fuerte bien valió la visita!
Los Indios fueron históricamente
grandes expertos en astronomía y astrología, y en Jaipur visitamos un museo que
nos dejo boquiabiertos: el Jantar Matar, un observatorio astronómico que empezó
a construirse en 1728 con la participación de los mas destacados astrónomos de
la época. Es algo así como un Disney de la ciencia, con esculturales
relojes de sol y enormes instrumentos de medición para conocer posiciones y
distancias de astros y constelaciones. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por
la UNESCO y,
aunque me gusto muchísimo, tendría que haber sido una alumna mas aplicada y
haberme informado previamente sobre el tema para aprovechar mejor la
visita.
Nos
despedimos de la
Capital de Rajastan, no sin antes visitar uno de
los mejores restaurantes indios de la ciudad, cuyo mozo no podía creer que
consideráramos picante un pollo tandori servido bajo la consigna "no
spice". Nos miraba sonriente con un dejo de piedad, seguramente por
considerarnos demasiado desabridos.
Es que en India todo es intenso: el calor;
los colores, que darían envidia al mas pintado; la música; y los olores,
algunos francamente atrapantes, como el de los jardines por la tarde y el de
los mercados de especias durante el día.
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