lunes, 11 de agosto de 2014

CroniCucas India 7



CroniCuca 7: Como en una Montaña Rusa


La llegada a Pushkar fue el descenso mas violento de nuestro viaje, algo así como caer estrepitosamente de las torres Petronas. Mi primera impresión no fue buena, pero es una ciudad sagrada para el Hinduismo, y alberga el único templo de Brhama.
Sin embargo, después de un largo recorrido por una calle-mercado sin demasiado atractivo, descubrimos pequeños talleres de artistas, en los que encontramos pinturas y esculturas encantadoras que nos entretuvieron más de lo esperado.





Al llegar al Viejo Hotel Palace para ver la puesta del sol, el lago sagrado se veía luminoso y tranquilo. Es un lugar ideal para la calma y la meditación, al que arriban muchos peregrinos que, descalzos, bajan las escaleras hasta el agua. 


Mi baño sagrado consistió en meter en el lago los dedos gordos de cada pie, algo más que atrevido debido a que tuve que sortear la basura que arrima el agua a la orilla. Como es un lugar con buena energía me anime a este simbólico baño de dedos, sabiendo que mi buena intención no hubiese logrado la aprobación de un reconocido infectólogo.





Desde alli seguimos hacia Jaipur, la ciudad que se vistió de rosa para recibir al Príncipe de Gales y que coserva el color a lo largo de la muralla, en sus cuatro puertas delicadamente decoradas y en la ciudad vieja; en esta última se pueden ver lugares de increíble belleza como el Palacio de los Vientos, muy Bolywoodense, en contraste con los poco atractivos negocios de un Bazar en el que, no obstante, con un poco de tiempo, habría encontrado algo interesante para comprar.

La fachada palaciega permitía a las mujeres de la corte ver los festejos del pueblo sin ser vistas y habría sido el refugio ideal para escapar del acoso de los vendedores que, en su afán de hacer negocios, son tan conocedores de lenguas y de geografía como un profesor de Oxford.


Cada Dios indio tiene su vehículo, y nosotros hemos tenido el privilegio de probar mas de uno. Subimos al Fuerte Amber en un elefante llamado Sondra, que tenia enormes orejas grises con lunares oscuros, y nos dedicó un simpático saludo con la trompa. Su dueño era un anciano de turbante rojo que todo lo hacia con absoluta calma, hasta el habitual pedido de propina antes de finalizar el viaje, al que respondimos a toda prisa para que nos permitiera bajar del paquidermo lo mas decorosamente posible. El fuerte bien valió la visita! 



Los Indios fueron históricamente grandes expertos en astronomía y astrología, y en Jaipur visitamos un museo que nos dejo boquiabiertos: el Jantar Matar, un observatorio astronómico que empezó a construirse en 1728 con la participación de los mas destacados astrónomos de la época. Es algo así como un Disney de la ciencia, con esculturales relojes de sol y enormes instrumentos de medición para conocer posiciones y distancias de astros y constelaciones. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad  por la UNESCO y, aunque me gusto muchísimo, tendría que haber sido una alumna mas aplicada y haberme informado previamente sobre el tema para aprovechar mejor la visita.



Nos despedimos de la Capital de Rajastan, no sin antes visitar uno de los mejores restaurantes indios de la ciudad, cuyo mozo no podía creer que consideráramos picante un pollo tandori servido bajo la consigna "no spice". Nos miraba sonriente con un dejo de piedad, seguramente por considerarnos demasiado desabridos.
Es que en India todo es intenso: el calor; los colores, que darían envidia al mas pintado; la música; y los olores, algunos francamente atrapantes, como el de los jardines por la tarde y el de los mercados de especias durante el día.


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