viernes, 1 de agosto de 2014

CroniCucas India 3

CroniCuca3: ¡qué bueno ser marajá!



Seguimos de sorpresa en sorpresa. Pasamos del éxtasis a la congoja cuando visitamos fuertes maravillosos que, con un poco de imaginación, nos trasladan mágicamente a épocas de gran poderío y riqueza, y de pronto nos enfrentamos con el deterioro que nos recuerda "la fiera venganza del tiempo", como dice el tango.


Estuvimos en el Fuerte Junagarh en Bikaner,  magníficamente tallado y con preciosas pinturas, y en el Fuerte de Jaisalmer, el único en el que la vida transvcurre con total naturalidad y en el que los dibujos del dios Ganesha, con la inscripción de la fecha de la boda en las fachadas de las casas, nos permite curiosear en la historia romántica de sus habitantes (uno de mis temas favoritos).


Estamos en tierras de príncipes y marajás, de piedras preciosas y metales nobles, de luchas, de conquistas, y también en la ruta de la seda, propicia para la prosperidad de hábiles comerciantes, que hicieron alarde de su fortuna construyendo mansiones con espléndidos havelis (pinturas que cubren paredes y techos o piedras talladas que lucen como encajes). Son INCREIBLES!!!!


El Marajá y yo también vivimos nuestra propia fantasía, porque después de recorrer las calles polvorientas pero fascinantes de una ciudad rosa o de una ciudad dorada (piedra amarilla, ya que no todo lo que reluce es oro), descansamos en hoteles que fueron antiguos palacios o fortalezas y nos preparamos para nuevas experiencias como la de caminar por las calles angostas de una ciudad fortificada, mezclándonos con mujeres que barrían el agua de lluvia de la noche anterior o con aquellas que, como buenas doñas, cruzaban de una casa a otra para no perderse las novedades del barrio. En tanto que los hombres, a pura bocina, nos obligaban a estampar la espalda contra la pared cada vez que pretendían sortear alguna juiciosa vaca urbana. 
En uno de esos cruces, protagonizamos un "San Fermín Indio" cuan do algunos vacunos nos sorprendieron a toda carrera y tuvimos que dar un buen salto para refugiarnos en los escalones de una casona. Sobrevivimos!!!!!! 







En India no se puede mirar nada con entusiasmo sin que algún vendedor te persiga con insistencia, porque son "seguidores como perro de sulky". sin embargo, cuando algo te resulta casi indispensable para la vida, suelen ser implacables. Ni una rupia menos! Seguramente hicimos buenos y malos negocios, pero todos fueron divertidos.


Seguimos encantados con la comida India y cada vez estamos más familiarizados con los platos vegetarianos, hasta pude asomarme a un abrasador horno tandoor mientras nos preparaban los chapatis más crocantes que comimos.


Los restaurantes de las pequeñas ciudades son muy poco pretenciosos aunque todos tienen su encanto. Estamos en una estación calurosa y generalmente comemos en terrazas cercadas de cables pero con buena vista, a las que se accede por escaleras sumamente empinadas, o en grandes patios con algún árbol frondoso artísticamente iluminado. 


Nos gusta mezclarnos con la gente del lugar y ordenar los platos más tentadores que vemos en sus mesas. Un atrevimiento que siempre tuvo deliciosas recompensas.



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