jueves, 21 de agosto de 2014

CroniCucas Nepal

CroniCuca 11: muy próximos al top de la tierra.


Otra visita interesante fue la que hicimos a la estupa de Boudhanath, la mas grande y antigua de Nepal, que tiene 2500 años y es un lugar sagrado para los peregrinos. Muchos exilados tibetanos viven en la cercanía, dando testimonio de su fe y preservando sus costumbres y tradiciones. ¡Son gente realmente encantadora! El recorrido alrededor de la estupa, haciendo girar cuanto cilindro encontrábamos inmóvil, nos llevó un buen tiempo debido a que matizábamos la devoción budista con una mirada curiosa a las tiendas de recuerdos. 


Al ingresar a uno de los templos, hicimos una pequeña donación para el mantenimiento del lugar, y uno de los monjes nos dio una bendición personal. Era imposible descifrar lo que decía mientras daba suaves golpes en la cabeza con algo parecido a un abanico de papeles con escrituras, después de lo cual me ató en el brazo un cordón amarillo con varios nudos. Cuál seria mi desconsuelo cuando al día siguiente el cordón se desató y estuve a punto de perderlo aunque, después de varios lamentos, me conformé pensando que tal vez era para que hiciera las ataduras por mi cuenta (todavía la tengo y la hice tan a mi manera que resultó curiosa, pretende inmiscuirse en cuanta masa preparo en la cocina).


En Kathmandu no todas fueron cuestiones "devocionales" ya que hay mucha gente joven que llega a explorar sus propios límites y que por las noches acude a bares divertidos como OR2K, un lugar donde se dejan los zapatos en la entrada para caminar sobre alfombras y se puede comer sentado o recostado sobre mullidos almohadones. Tiene una decoración muy simpática y su barra de tragos es ¡¡excelente!!
La última noche en Kathmandu, volvimos con nuestros nuevos amigos al restó Rosemary Kitchen, esta vez con un Pinot Noir australiano, dispuestos a comer el delicioso Mongolian Chicken: trocitos de pollo salteados con cebolla y aderezados con salsa de ostras y salsa de soja. Fue una comida estupenda, y armamos tal revuelo que el personal, divertido, salió a saludarnos hasta el taxi como a sus más destacados parroquianos.


Durante toda nuestra estadía en Nepal, las montañas que la rodean nos habían resultado invisibles, estuvieron siempre escondidas detrás de oscuros nubarrones. Sin embargo, mi marido no perdía las esperanzas de sobrevolar el Himalaya y fue perseverante en el seguimiento de los vuelos. Finalmente, cuando pensábamos que ya no había esperanzas de lograrlo, nos avisaron que saldríamos a las 5 de la mañana del día de nuestra partida para intentarlo.
En el pequeño aeropuerto de Tribhuvan, hay un lugar bastante precario con destino montaña, en el que durante más de una hora nos mantuvieron en vilo, hasta que se iluminó la pantalla con el anuncio mountain flight. Mas rápidos que un buscapié, 20 emocionados pasajeros abordamos el Beechcraft de Buddha Air que nos llevaría al encuentro más buscado: el monte Everest.


Nunca las nubes nos habían parecido tan odiosas, hasta que poco a poco se fueron dispersando, y pudimos reconocer los picos del Himalaya, que teníamos dibujados en un magnífico perfil de la cadena montañosa. Uno a uno fuimos pasando a la cabina del avión para ver emerger el monte Everest, con la majestad de sus 8848 metros, entre los montes Nuptse y Lhotse.


¡Fue grandioso! No escalamos el Everest pero, como dice nuestro diploma de vuelo, "lo tocamos con el corazón".









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